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sábado, 31 de marzo de 2012

Obra de teatro: María y el Panadero Avaro


Cuento Peruano rescatado por Barbara Baumgartner
Adaptación: Profr. Juan Manuel Robledo Rios 

Personajes:

María: Jackeline De la Torre Hernández
Panadero Avaro: Eduardo Alejandro Aguilar Carrillo
Jueza: Valeria Griselda Hurtado Reyes
Vecino 1: Adriana Lizeth Serrano Rodríguez
Vecino 2 y 4: Judith
Vecino 3: Katia Anahi Macias Gutiérrez


Escena 1
Vecindario: Panadería y casa de María
María lavando ropa  y Panadero trabajando en su panadería.

Vecino 1: Hola María, ¿Qué haces tan levantada tan temprano?

María: Hola, tengo muchos pendientes de ropa que lavar y entregar, ayer trabaje todo el día y no pude terminar,  es por eso que decidí levantarme muy temprano para poder terminar y lograr comer algo.
Vecino 1: Desgraciadamente somos un pueblo con muchas necesidades y no podemos pagarte como debemos, trabajas mucho y es poco lo que recibes.
María: No importa, ciertamente trabajo todo el día y hay ocasiones en que acabo cansadísima, pero lo más importante es que tengo que comer, eso me hace feliz, lo único malo es que el Señor Panadero no requiere de mis servicios como lavandera.
Vecino 1: Ese señor es muy feo y avaro, es el más rico del pueblo y no tiene llenadero, ¿por qué querrías trabajar para él?.... Es mejor que no laves para ese señor, son más los problemas en los que te meterías. Te dejo María. Me voy.

El vecino se va y queda María sola.

María: Si tan solo pudiera trabajar para el panadero, y así podría pagarme con unos ricos y deliciosos panes. Una de las cosas que me motivan para levantarme muy temprano es el olor del pan recién hecho. Que dichoso es el panadero, comer todos los días uno de esos ricos y exquisitas barras de pan. Sería la mujer más feliz del mundo.
(María pasa por delante de la panadería)
María: Gracias, panadero, me encanta el olor de tu delicioso pan
Panadero: Esta muchachita ya me tiene hasta la coronilla, todos los días me hace ese mismo comentario, todas las mañanas me levanto muy temprano, mezclo la harina y la levadura, la mantequilla y la sal, amaso la masa hasta que me duelen los brazos y me acuesto con un dolor de espaldas que  tardo mucho en aliviar. No es justo, tengo que ponerle un alto a esta señorita.

(María vuelve a pasar por la casa del panadero)

María: Nuevamente, muchas gracias señor panadero, soy feliz con el olor de tu delicioso pan.

El panadero se vuelve hacia María con un tono molesto.

Panadero: María, te voy a decir algo, ven aquí
María: dígame señor panadero, soy toda oídos
Panadero: Si te gusta el olor de mi pan, considero que deberías pagarme por olerlo
(María ríe como si se tratará de una broma)
María: ¿Es en serio lo que me está diciendo?
Panadero: Por supuesto que sí, yo creo que es justo que pagues por olerlo todos los días.
María: ¡Qué tontería! Sr. Panadero, yo no tengo porque pagar por el olor de tu pan.
Panadero: Ya lo creo que sí. Todas las mañanas me levanto muy temprano, mezclo la harina y la levadura, la mantequilla y la sal, amaso la masa hasta que me duelen los brazos. Termino muy cansado por las noches y todavía todos los días por la mañana tengo la misma rutina. En cambio, tú, disfrutas del olor de mi pan y no me das nada a cambio. ¿Es más, deberías pagarme diez monedas de oro cada mes!
María: (con una risa nerviosa) Es lo más tonto que he escuchado en mi vida, pagar por oler el pan.
(Varios vecinos habían escuchado la conversación ente María y el panadero y empezaron a reír y a bromear entre ellos.)
Vecino 1: (Con risa burlona) ¿Has oído lo que quiere el panadero? Quiere que María pague porque le gusta oler el pan recién hecho.
Vecino 2: Qué idea más grotesca ha tenido este panadero, a quién se le puede ocurrir semejante idea.
Vecina 3: Es verdad lo que he escuchado por ahí, que el panadero quiere cobrarle a María por oler su pan.
Vecino 4: Si, es la conversación que se ha escuchado esta mañana
Vecino 3: Panadero, esta vez que si te has pasado, como es posible que tengas esta semejante idea, es la idea más tonta que se ha escuchado en años en este pueblo
(Todos ríen.)
Panadero: De mí nadie se burla, y no es una idea tonta, de hecho, voy a tomar cartas en el asunto y le expondré mi caso a la jueza de nuestra comunidad, ella es una persona muy sabia y estoy seguro que me dará la razón.

Escena 2
Oficina entre la jueza del pueblo y el panadero
Jueza: Adelante señor panadero, me han comentado que tiene un asunto que quiere platicar conmigo y quiere que le demos una solución.
Panadero: Así es señora jueza, como usted sabe y toda la comarca lo sabe, soy una persona muy trabajadora, quizás, soy una de las personas que más trabaja y se esfuerza en este lugar, todas las mañanas me levanto muy temprano, mezclo la harina y la levadura, la mantequilla y la sal, amaso la masa hasta que me duelen los brazos. Termino muy cansado por las noches y todavía todos los días por la mañana tengo la misma rutina. Mi problema es con mi vecina María, ella todas las mañanas se pone a oler mi delicioso pan, y yo en cambio no recibo nada a cambio, además siempre me hace el mismo comentario, que ella es feliz oler mis deliciosos panes.
Jueza: ¿Ella alguna vez te ha robado algún pan?
Panadero: No, no lo ha hecho.
Jueza: ¿Ella alguna vez te ha pedido que le regales alguno de tus panes?
Panadero: Por supuesto que no, además yo jamás le daría nada. Todo en la vida tiene un precio.
Jueza: Entonces ¿ ella solo ha olido tu pan?
Panadero: Así es, y creo justo que se me pague, es mucho el trabajo que hago, para que ella se ponga olerlo y no pague por ello.
Jueza: Señor panadero, he escuchado con atención tu caso, por lo cual atenderé esta situación, por lo cual, tú y María vendrán a mi dentro de tres días para arreglar esta disputa, además ordenaré que María traiga una bolsa con diez monedas de oro.
(Panadero pone una gran sonrisa y frotándose las manos con mucha ambición)
Pandero: Me parece muy bien señora jueza, estaré aquí contigo dentro de tres días.


Escena3
Se observa un cartel que dice: La Jueza atenderá el cado de la disputa entre María y el Panadero, que han de presentarse a juicio antes de tres días. María ha de traer una bolsa con diez monedas de oro.
María observa el cartel asustada
María: ¿Ahora qué voy hacer?,
Vecino 1: ¿Por qué tanta preocupación María?
 María: ¿No has visto el cartel? yo no tengo diez monedas de oro, de hecho no tengo ninguna, yo vivo de lavandera y me pagan con comida, para conseguir tan solo una moneda tendría lavar la ropa de una persona por todo un año.
Vecino 2: No te preocupes María yo sé que eres buena y eres inocente en esta disputa, yo te prestaré 3 monedas para que las lleves al juzgado
Vecino 1: Tienes razón, yo también te prestaré 3 monedas de oro, eres muy buena lavando la ropa de mi familia.
Vecino 3: María, me he enterado de esta terrible noticia, yo también te apoyaré con tres monedas de oro, eres una mujer muy trabajadora, que se gana la vida trabajando desde que sale el sol, hasta que anochece, no mereces sufrir por una situación así.
María: Son todos ustedes muy amables, les prometo que en cuento pueda les pagaré este maravilloso favor que me han hecho, les juro que les devolveré su dinero. Solo me falta una moneda.
Vecino 4: Aquí tienes María, yo te presto la moneda de oro que te falta, eres una persona muy importante para nuestro pueblo, por el servicio que le prestas a todos nosotros.
María: Soy tan feliz, gracias a todos ustedes por esta gran demostración de generosidad hacia mi persona, guardaré las diez monedas en mi pañuelo y las llevaré pasado mañana al juzgado como me lo pidieron.

Escena 4:
La jueza se encuentra al centro de la oficina, el panadero y María al lado de ella y los vecinos como testigos en la tribuna.

Jueza: Les pido a todos silencio para poder solucionar la disputa entre el panadero y María, por lo cual escucharé a cada una de las partes y al final daré mi veredicto final. Señor panadero, le cedo la palabra para que exponga su caso:
Panadero: Así es, todas las mañanas me levanto muy temprano, mezclo la harina y la levadura, la mantequilla y la sal, amaso la masa hasta que me duelen los brazos. Termino muy cansado por las noches y todavía todos los días por la mañana tengo la misma rutina. María, ella, todas las mañanas se pone a oler mi delicioso pan, y yo en cambio no recibo nada a cambio, ¡ella debería pagarme diez monedas de oro al mes! Esa sería una solución justa a mi problema.
Jueza: María, ¿es verdad que cada mañana hueles el pan del panadero?
María: sí, es verdad.
Jueza: ¿es verdad que disfrutas el olor del pan del panadero?
María: sí es verdad.
Jueza: ¿Has traído las diez monedas de oro?
María: Si, las he traído, pero yo creo que no tengo que pagarle al panadero por el olor de su pan. Si me hubiese comido el pan, entonces sí que debería pagarle.
Jueza: Esa es una decisión que depende ahora de mi, quiero que agites las diez monedas de oro, para que sepan todos que has cumplido con lo que te pedí.
(María agita las diez monedas de oro, y muestra  a todos las diez monedas de oro. El panadero se acerca para escuchar con gran codicia el sonido de las monedas.)
Jueza: Voy a mi despacho a reflexionar sobre la decisión que tomaré, vuelvo en unos minutos y anunciaré mi veredicto.
(Panadero está de pie restregándose las manos con satisfacción)
Panadero: Yo tengo la razón María, sé con certeza que la juez ha decido que me hagas entrega de esas diez monedas de oro, y no solo eso, sino que cada mes tendré que recibir esa misma cantidad para que tú puedas disfrutar del olor de mi pan.
(María muestra cara de preocupación y los vecinos s se acercan a ella para apoyarla.)
Vecino 1: Señor panadero, es usted un avaro, su codicia no tiene límites, nadie tiene por qué pagarle por oler su pan.
Panadero: Yo sé que tengo la razón y en unos minutos más la jueza lo ratificará.
(Entra la jueza, todos callan y ponen atención.)

Jueza: He reflexionado por varios minutos en mi despacho sobre esta decisión, y este es mi veredicto, ciertamente María ha disfrutado del olor de su pan, señor panadero. Pero hace unos minutos, usted disfrutó del sonido de las diez monedas que trae consigo María, yo creo que eso es un intercambio justo.
¡Se cierra la sesión!
Todos celebran la decisión de la jueza, excepto el panadero que está decepcionado.

Asesor y director de la obra: Profr. Juan Manuel Robledo Rios
Con la colaboración de la Profra. Teresita de Jesús Robledo Rios